Vivir envejece. Por mucho que nos pese, es así. Cada vez que respiramos nos hacemos un poquito más mayores. Tampoco se trata de ahogarse para sortear la aparición de canas y arrugas. Los más presumidos pueden probar con un poco de tinte en el pelo, si aún les queda, claro. El resto podemos practicar aquello de una alimentación más saludable para retardar las consecuencias del paso del tiempo sobre nuestro organismo.
Hace tiempo que los beneficios de la dieta mediterránea sobre la salud humana gozan de buena fama por prevenir las enfermedades crónicas y aumentar la esperanza de vida. Pero nunca hasta ahora se había demostrado a nivel molecular la contribución de una alimentación saludable a una mayor longevidad.
La catalana Marta Crous-Bou, investigadora en la Escuela Médica de Harvard (Estados Unidos), ha publicado este mes en la revista científica de referencia British Medical Journal los entresijos genéticos que explicarían por qué una dieta saludable contribuye a una mayor esperanza de vida La clave está en los telómeros
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