Fósiles descubiertos en Mongolia y otros recuperados de coleccionistas revelan cómo era en realidad el aspecto de esta enigmática especie de hace 70 millones de años.
En julio de 1965, una expedición paleontológica polaca encontró en Mongolia un par de patas delanteras monstruosamente grandes: 2,4 metros de largo, el récord para un animal bípedo. No aparecieron más restos, apenas unas vértebras y unas pocas costillas, pero los científicos tenían algo suficientemente distintivo para concluir que esos huesos pertenecían a una especie hasta entonces desconocida bautizada como Deinocheirus mirificus (rara mano horrible), un dinosaurioterópodo, del mismo grupo del que descienden las aves modernas.
Cincuenta años después, científicos del Instituto de Geociencia y Recursos Minerales de Daejeon, en Corea del Sur, y de la Universidad de Maryland (EE.UU.) han conseguido completar el puzzle de este misterioso dinosaurio. Con piezas desenterradas de Mongolia y la recuperación de un cráneo y una mano que habían sido vendidos a coleccionistas privados, los investigadores han dado forma a los esqueletos de dos especímenes casi completos.
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